martes, 12 de enero de 2010

Alucinaciones Baratas

"...Veo, veo…qué ves… una cosa… qué es…

El coro de frecuencias musicales que iban y venían entre desafinadas y rasposas empujaba a la misma masa de gente que lo avivaba. O viceversa. Mario y José estaban en las plateas más altas, observando todo.
- Ché, tendríamos que haber comprado un, ¿cómo se llama?
- Largavista.
- Sí, eso.
- ¿Te parece?, ya con lo que pagamos por la entrada…
- Bué, pero así no se puede ver nada. ¿Ya salió Fito?
- No, todavía no llegó.

Mario enfocaba los ojos tratando de divisar el escenario. José miraba hacia algún lugar del horizonte marcado por el borde superior del estadio. Y la gente, allá abajo, se agolpaba para ocupar los primeros puestos, esperando que el artista entrara y diera el recital.
- José, ¿vos fuiste el que compró las entradas? ¿Tan baratas las conseguiste?
Mario seguía achicando los ojos. Hizo un paneo de izquierda a derecha y se detuvo de pronto, abriendo bien los ojos.
- Mirá, ¡zafamos!, hay pantalla gigante.
- ¿Dónde? Ah, sí, allá, ¡qué bueno!

Pasaron dos canciones. Una del primer disco. La otra, nueva. Los dos amigos estaban callados. No había suficiente clima para cantar allá arriba.

- ¿Viste quién está en la pantalla, Marito?
Mario mira, pero no contesta nada y tuerce la boca.
- ¡Vero!, ¿cómo es que no la reconocés? Mirala, ¡Es ella!, los ojos, la cara, está sobre los hombros de un tipo …
- No, esa no es Vero… –interrumpe Mario un poco ofuscado.
Mario se quedó quieto, frunció apenas el ceño y no despegó la vista de la pantalla por un buen rato. Las imágenes de personas se alternaban con las del cuerpo lánguido del artista saltando y gritando desaforadamente. Hasta que se convenció: sí, era Vero. Pudo ver con más precisión sus brazos descubiertos, sus pechos bien formados debajo de la musculosa roja, sus ojos alegres. A ella siempre le gustó Fito.
- Y… al final, ¿es o no es?
- Sí…
- ¿y al chabón ese, lo conocés?
- No sé, no tengo idea, ¡qué sé yo!
- Bueno, preguntaba. ¿Querés un faso?
- No.

José encendió un cigarrillo y se puso a tararear bajito el tema que el artista cantaba en ese momento. Su amigo siguió mirando la pantalla gigante. Se la quedó mirando hasta que terminó el recital. La cámara no se movía. Cambiaban las imágenes, pero Mario seguía buscando a Vero, como queriendo llamarla, a ver si todavía lo escuchaba.

- Ey, Mariote, ya terminó. Vamos, que ya hizo el bis y se está yendo todo el mundo, no quiero salir último.
- ¿Viste que tenía la cadenita que le regalé?
- ¿Quién?
- Vero…
- Ah, ¡la reconociste! ¿Eh?, ¡hay amores que nunca se olvidan!
- ¡Callate!- le dijo Mario al tiempo que hizo el ademán de darle una cachetada a José.
Caminaron sin hablar. A medida que se iban acercando a la parada del colectivo la masa de gente disminuía, como harina tamizada.
A mitad de la segunda cuadra, Mario se paró frente a un afiche. “Maldita cocaína”, leyó en voz alta. Arrancó un pedazo de papel, la m, la a y la l del principio se esfumaron en el bollo que hizo.
- Mirá, podría decir “bendita” – dijo Mario risueño.
- Ah, tenés razón, toda la razón, si casi siempre la conseguimos al lado de la iglesia, ¿no? – le contestó José.
- Vos. Yo ahora quiero dejarla.
- No vas a poder. Siempre se vuelve.
- Siempre se sale.
- ¿Y ahora la querés dejar? ¿Por qué no la dejaste cuando Vero te iba a dejar?
Mario se queda un rato pensativo. Mira los retazos de la entrada y la tira hacia atrás.
- No sé. No me banqué que estuviera en la misma mierda que yo.
- Y cuando ella entró a la clínica, ¿qué?
- No la ví más. Y encima está con ese.
- Ah, ¡el lungo!, lo conocías entonces.
- ¿Lungo?, la pantalla agranda, ché.
- Eso es lo que vos creés, porque sos petiso.
- No, la tele agranda. Todo el mundo lo sabe.
- Claro. Por eso no nos enfocó la cámara. ¿Te imaginás vos y yo agrandados?
Mario escupe una carcajada
- ¿Y de qué nos podemos agrandar?
- ¿…de qué?, ¿de la buena vista? – dice José
Su amigo se ríe, tose y frena de golpe su risa.
- Bué, ahí viene el bondi… ¿tenés…?
- Si, esperate – José saca las monedas.

Suben. Mario se sienta primero. Abre la ventanilla hasta trabarla y deja entrar todo el aire. Saca la cabeza inclinándola hacia afuera y cierra los ojos. Y los abre rápido, como despertando de un sueño para entrar en otro. No vaya a ser que en el camino se le cruce Vero y él se la pierda. Otra vez.

miércoles, 6 de enero de 2010

Young girls

Mi amiga, la antropóloga, se llama Clara. A veces viene y a veces va. En su mente, por supuesto. No es antropóloga aún, porque le falta su tesis de grado. Sí, pequeño demonio, la comprendo simplemente porque soy su amiga. La tesis es un escrito sobre un tema determinado, proponiendo una hipótesis de trabajo. Bueno, ya saben, algo así. De vez en cuando elige un tema, a veces otro, no se decide.
El otro día me habló de las young girls. Young girls de los `50 y de los '90.
- De los '70 no quiero ni nombrarlas, son "patéticas"-me aclaró.
Esta es su tesis:
En el mundo de las young girls las mujeres suelen ser madres. Las que no son madres, tienen amantes "a rolete"
- Ah -le digo- ¿en vez de tener hijos tienen amantes?
- Algo así.
Pero las madres, no tienen amantes, sólo en sus fantasías de películas norteamericanas de cierto estilo.
-¿Qué estilo?
- Aún no lo pienso. Las que no son madres, y no tienen amantes a rolete, no están calificadas.
- Clasificadas, querrás decir.- la corrijo.
- No, no están calificadas como dentro del grupo de las young girls. Porque para ser young girl hay que calificar, no cualquiera puede entrar al grupo. Como una especie de fraternidad.
- ¿Y los hombres de las young girls?
- Son los John Voights.
- ¿John boys?
- John boys, John Voights.
- ¿Hombres de campo?
- Algo así.
- ¿Y si se divorcian?
- O bien pasan al grupo de las que tienen amantes a rolete, o bien son descalificadas. Pero casi nunca pasa, aún en condiciones de pareja desastrosas.
- ¿No estarás generalizando, no?
-¡¡¡No!!! ¡¡¡Las young girls son minoría!!!
- Bueno, no te lo tomes a mal, pero creo que estás siendo un tanto esquemática.
- No lo creo.
- ¿Nosotras somos young girls?
- No, para nada. ¿Viste cuando nos preguntamos si estamos bien vestidas para una ocasión, reunión, etcétera? Bueno, las young girls nunca lo hacen. Salen al mundo siempre seguras. Y esto no es por una cuestión de peso, talla o estatura, no, no, nada que ver con eso. Las young girls irradian seguridad.
- ¿A rolete?
- Sí, exacto. A rolete.

Entendí su hipótesis. Pero le repetí que me parecía que estaba generalizando un poco, y exagerando otro tanto. Se lo dije nomás.
No me contestó nada, y puso un cd: "Since I´ve been loving you" de Led Zeppeling estaba sonando. Al parecer, sí, lo ponía su novio cada vez que lo visitaba en su departamento.
Todavía no se arreglaron.
Me fui, ¿qué iba a hacer?
Me quedé pensando en viejas historias de amores perdidos, engañados, descuidados y no olvidados.