domingo, 25 de noviembre de 2012

Ojos

Mi amiga Clara sigue dándome qué escribir. Me vive pidiendo que le de una respuesta a casi todo lo que le pasa. Imposible, le dije que no estoy en su mente como para pensar por ella. Calculo que ya lo sabe, pero igual insiste.
Vayamos al punto. Ser soltera a cierta edad y en una ciudad como ésta, implica arriesgarse. No sé muy bien a qué. Supongo que arriesgarse a conocerse más una misma, cuestión a veces dolorosa, sintomática y confusa. Nadie sale ilesa de tal empresa.
Por otra parte, más allá de ser soltero o no, uno no está inmune a ciertas actitudes de los demás para con uno.
Paso a explicar. Clara ha estado en el foco de un par de ojos. No es que simplemente fueran unos ojos lindos, sino que esos ojos la miraban y le decían algo más, algo que Clara no supo explicarme, pero que seguramente fueran cosas lindas. El único problema es que no eran unos ojos pasajeros, es decir, pasajeros de un tren, de un colectivo, de un avión, de una bicicleta, o pasajeros de a pie. Para nada, esos ojos tenían base de sustentación y pies y van y vienen y se quedan quietos, se sientan, hablan, saludan y entran y salen del trabajo. Porque Clara fue sorprendida por los ojos de un compañero de trabajo. Esos ojos hacen todo eso, pero no le hablan, o por lo menos solamente le hablan en lenguaje visual, ya sabemos que es un lenguaje un tanto inespecífico.
Entonces Clara sigue hipnotizada y piensa que nunca podrá romper ese hechizo, que nunca podrá dejar de pensar en esos ojos, nunca podrá imponerles presencia, cuerpo, actitudes, defectos y demás cuestiones que deben tener los ojos.
Lo más drástico sigue siendo que no son ojos pasajeros, sino que son ojos para ver todos los días. Es verdad, ella tampoco sabe qué decirles, ¿cómo se relaciona uno con unos ojos? ¿Los saluda, les dice "cómo están"? ¿Les habla de algo o simplemente los acompaña a su lado? ¿Los puede invitar a tomar un café o a caminar cerca del río?

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