jueves, 20 de febrero de 2014

Un tropezón no es caída

¿Y una caída?
¿Qué es una caída?
Hay caídas desenvueltas, esas que son seguras, directas, que no se andan con chiquitas.
Hay caídas predecibles, esas que es anuncian, que ponen un cartel diciendo "próximamente, caída". Si no son duras, suele ser simpático ver el instante de alguien cayendo.
Existen también caídas rimbombantes, esas histriónicas, son un poco egocéntricas y vienen para decir, "aquí estoy yo". Y generalmente el daño es indirectamente proporcional a la voluptuosidad de la caída.
También hay caídas invisibles. Esas de las que nadie se entera. Suelen ser las más dolorosas. Si, además de invisibles, son lentas, son dolorosísimas. De esas caídas todos se enteran cuando ya no se puede hacer nada.
Mis caídas suelen ser rimbombantes, no porque así lo quiera yo. La personalidad de mis caídas siempre es más fuerte que la mía. No puedo ni atajar ni evitarla, que ya me caí. Me avasalló la caída. Por suerte, el dolor sana al rato con unas lágrimas y un buen desinfectante.

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